El domingo 23 de mayo la Iglesia celebra la Solemnidad de Pentecostés, día en que se cumplió la promesa de Cristo a los apóstoles de que el Padre enviaría al Espíritu Santo para guiarlos en la misión evangelizadora. La solemnidad de Pentecostés es una de las más importantes en el calendario de la Iglesia.
En el Nuevo Testamento, en el libro de Hechos de los Apóstoles, capítulo 2, se relata el descenso del Espíritu Santo durante una reunión de los Apóstoles en Jerusalén, acontecimiento que marcaría el nacimiento de la Iglesia cristiana y la propagación de la fe de Cristo.
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran”.
Para los cristianos, es la conmemoración del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que marca el nacimiento de la Iglesia. El término, como tal, hace precisamente alusión a los cincuenta días que transcurren desde la Pascua hasta el Pentecostés. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En Italia era costumbre esparcir pétalos de rosas desde el techo de las iglesias para recordar el milagro de las lenguas de fuego. En Francia era costumbre el toque de trompetas durante el servicio divino, con el objeto de recordar el sonido del poderoso viento que acompañó el descenso del Espíritu Santo.